Seguro que cometeré mas de un error y espero que no llegue a horror. Por lo demás, una invitación franca a participar en lo que acabará siendo un libro donde se apreciarán sobremanera todas las aportaciones externas.
gracias
Alguien dijo hace muchos años aquella frase “nada se crea ni se destruye, solamente se transforma”. Que si fue Lavoisier, que si Descartes o Einstein; en cualquier caso fue un sabio que merecía estar entre aquellos siete de Grecia que nos dejaron sentencias tan maravillosas como el “conócete a ti mismo” de Solon; frase que para no desmerecer también se le atribuye a otros como Tales o Sócrates y vuelta a lo mismo, genios imperecederos. Así que vamos a la primera.
Se dice que los ingleses han originado la mayoría de los deportes actuales y puede que sea verdad, aunque yo me inclino mucho más por pensar que han transformado los ya existentes, aunque los tuviéramos perdidos en los recónditos huecos de nuestro instinto o en las piedras que con tanto afán se dedicaron a saquear de aquellos países que conquistaban. Retomaron unos juegos más o menos populares y los modernizaron con normas y reglas escritas y pelillos a la mar.
A los sajones no hay que restarles mérito, al contrario, tuvieron que viajar mucho, colonizar, expoliar y rellenar el impresionante Museo Británico que contiene media Historia en piedras de aquellos lugares por ellos colonizados.
Y para muestra basta un botón: la estela funeraria de la fotografía representa una competición entre conductores de carro y hoplitas, hallada en el viejo cementerio del Keramikos ateniense, construido entre los muros de Temístocles, aquellas barreras defensivas construidas para protección de la vieja ciudad uniendo el Agora con el Pireo y que cobijó a la población durante la cruel Guerra del Peloponeso. Esta piedrecilla finamente tallada se encuentra en el Museo Arqueológico de Atenas, lugar de paso imprescindible para cualquier amante del arte y de nuestra Historia actual, unas veces petrificada y áurea otras. Impresionante y digno de ver aunque en varios días.
Pero a lo que vamos, que me pongo a elucubrar y acabo escribiendo un libro o un ladrillo en forma de libro. En el mármol que data del siglo V antes de nuestra era, se aprecia una especie de partido de jockey que se parece tanto a lo que se juega en la actualidad, que no hay arqueólogo que pueda distinguirlo. Se ven seis jóvenes soldados durante un descanso en su preparación o entre batallas, con unos palos finalizados en un codo y una bola; desnudos a la manera de los gimnasios (de gimnos: desnudo), que a su vez eran las escuelas donde se recibía la educación integral. Tanto la Academia de Platón como el Liceo de Aristóteles, se construyeron en gimnasios de los que hablaremos en otra ocasión.
Yo rogaría que para interpretar la escena, nos pongamos en la piel de los chavales y en el momento de hace 2500 años y tratemos de mantener una imagen no distorsionada por las recreaciones que los más viejos tenemos fundadas en los antiguos peplos cinematográficos y los más jóvenes en los cómics, auque se hayan trasladado a la pantalla en películas como Troya o 300 en la que los espartanos se entretenían reconstruyendo el Muro Focense o peleándose entre si para hacer ejercicio; películas que aunque mantienen unas pinceladas de historia, suelen distorsionarla muy mucho.
Después de lo dicho, solo me queda admitir cierto desdén hacia lo anglosajón y que no viene al caso expresar, a la vez que una profunda admiración por la Grecia Clásica (y la actual, porqué no decirlo). Todas las personas sabemos el momento exacto de nuestros cambios vitales y el porqué tomamos determinado rumbo. Mi amor por Grecia ocurre con las Metamorfosis de Ovidio y sus traducciones de latín a español en el bachillerato de una mente calenturienta y sin televisión.