domingo, 11 de marzo de 2012

12 .- Hermes, el dios corredor

Haré un alto en el camino para divagar un tanto alrededor del “ángelos de los dioses, hijo de Zeus y de la hija mayor del gigante Atlas, la musa Maya; ladronzuelo desde su infancia, taimado e ingenioso a más no poder, caracterizado para la posteridad con el pétaso de los caminantes y de los gimnasios, el caduceo y en los pies unas sandalias aladas, aunque a veces también las lleva en un peculiar gorro. Ni más ni menos que Hermes, protector entre otras actividades del atletismo y de la lucha libre o más prudentemente del pancracio de los primeros Juegos Olímpicos.


Hermes fue casi desde su nacimiento el mensajero (“ángelos” en griego) de su padre Zeus. Y como tal y teniendo el padre que tenía, se vio metido en más de un lio sin desearlo, pero el destino era el destino y los dioses solamente eran inmortales. Sufrían y gozaban, lloraban o se divertían jugando con los humanos, se aburrían con nuestras ocurrencias y nos castigaban, se afligían o directamente causaban nuestra muerte.


Un buen día, Zeus se enamora de la princesa argiva Ío y para lograrla sin que su esposa se dé por aludida, la transforma en ternera blanca. Más Hera que de tonta tenía muy poco y sabedora de cómo se las gastaba Zeus, se entera y solicita a su marido que le regale aquella preciosidad de animal, a lo que éste no se puede negar. Entonces la esposa mil veces denostada, la coloca bajo el cargo del gigante Argos Panoptes (de los cien ojos) y Zeus que todo lo sabe, echa mano de su emisario y le encarga que dé muerte a Argos, cosa que logra contándole aburridos cuentos hasta que se duerme y entonces Hermes – según nos cuenta Ovidio en las Metamorfosis – una vez le llegó el sopor, fue acariciándole sus párpados con el caduceo y para rematar su obra le corta la cabeza con espada en forma de hoz[1]. Luego recoge uno a uno todos los ojos y los coloca sobre la cola del pavo real. Muerte y belleza eternas.


Capaz de recorrer las distancias más inverosímiles en un instante, es el patrón o protector de los “hemerodromos” o corredores / emisarios de los humanos. Aquellos atletas que, como siglos más tarde Fidípides, se encargaban de llevar las noticias entre los pueblos por los intransitables caminos de la Grecia Clásica, donde se llegaba primero corriendo que a lomos de un burro. Otra cosa era ir a caballo, de lo que en su momento hablaré.


Es el dios protector de los caminos y se le representa como un hito de piedra en cuya parte superior hay esculpida la cabeza del mismo dios y por la mitad, unos testículos con el correspondiente falo. Es la solución o punto final de las “hermas” helenas, los montones de piedras que delimitaban fronteras o marcaban las distancias. En Atenas solían colocarse a mitad de camino del Ágora y los diferentes demos. Fueron por decirlo vulgarmente, los primeros mojones de la historia y motivo de gran discordia la noche antes de la partida de la flota ateniense hacia Sicilia, donde como ya dijimos, fue el principio del fin del imperio ateniense. Obra y gracia de Alcibíades y sus amigos en una noche de francachela. O al menos es motivo de controversia hasta la actualidad. El caso es que durante siglos, los hitos o mojones, fueron los marcadores de la distancia que separa las capitales de los pueblos, en kilómetros.


Otra cosa – o el principio de todo – son los montones de piedras que se localizan en lugares de diversas culturas como la celta por Galicia o a lo largo del Camino de Santiago, siendo el ejemplo las significativo en la actualidad la Cruz de Ferro entre Foncebadón y Manjarín. Esta tradición la importaron los romanos con su dios homólogo: Mercurio. Las piedras se situaban en los cruces de caminos, donde los romanos y otras tribus colocaban a sus enfermos a esperar la cura procurada por los viajeros, o directamente la muerte. Cada persona que pasaba, solía entonces arrojar una piedra en memoria o evitando el mal de ojo.


En Aragón, existía la costumbre de amontonar piedras en los lugares donde se había producido una muerte más o menos violenta, ya sea un accidente o un asesinato. Para que las almas descansaran. A manera de recordatorio, a través del pirineo Aragonés penetraron dos oleadas de celtas. Una hacia el 900 y otra en el 600 a.n.e. Y evidentemente, provenían de Centroeuropa.


Y esto es bastante lógico si pensamos en la transmisión de costumbres, ritos e incluso religiones, que hicieron los romanos a lo largo y ancho de su imperio (heredero de Grecia). Pero el mismo ceremonial resulta sumamente interesante cuando acontece sobre las cumbres de los Andes: Las apachetas. Montículos de piedras blancas (muy vivibles y queridas por los indios) en forma semicónica, o simplemente piedrecillas del camino que los mismos arrojan y van amontonando a su paso, en homenaje a la Pachamama. O en la isla de Timor, donde arrojan piedras allá donde se produce un asesinato (la muerte más violenta)


Volvamos a Grecia. Hermes, nuestro actual dios, era también el patrón de los viajes y expediciones, de los cuatreros y demás ladrones y de los gimnasios, sin que los unos tengan que ver con los otros indefectiblemente. Esto de los deportistas, es una tradición tardía, pero lo es. Los griegos fueron muy dados a la religiosidad y al deporte, sobre todo de cara a la preparación para la guerra. Sus imágenes fueron erigidas delante las casas y de todos los gimnasios y palestras de la antigüedad post homérica. Sobre todo en Atenas.








[1] Ovidio. Las Metamorfosis. Ed. Cátedra. M.- 1995. Pág. 228

11 .- Los Mitos Griegos

Aquí entramos de lleno en el mundo de los helenos pues la misma palabra deriva del griego: mythos (μθος) y según nuestro Diccionario de la Lengua es aquella “Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad”. Añadiría yo: lejos de cualquier atisbo de la razón.


Es decir, si queremos que el mito adquiera todo el carácter didáctico para el que nació, debemos despojarnos de la mínima presunción de razonamiento. La mitología griega evoluciona con el fin de inculcar a sus ciudadanos una educación basada en personajes maravillosos y sobrenaturales ejecutando hazañas extraordinarias.


Los egipcios crean a sus dioses a su imagen y semejanza y los griegos pretenden que los hombres imiten a sus dioses, que de algún modo se vean reflejados en ellos. Modificarlo todo para que nada cambie. Los mitos son el cimiento de cualquier cultura sobre el que se apoya la posterior religión.


Aunque sigan vigentes en la actualidad y muchas instituciones poderosas que mueven el mundo, no tengan interés en ese cambio, ya en la antigüedad se cuestionaban muchos asertos de la mitología y así fue como nació la escuela de Mileto, encabezada por Tales del mismo sitio, el primero de los siete sabios griegos, padre de la filosofía y maestro de Anaxágoras, Pitágoras, Anaximandro, etc., etc.


El tal Tales de Mileto (a quien profeso reverencia) tuvo que ser un buen escéptico para darse a observar los fenómenos de la naturaleza y a buscar sus causas al margen de los dictados de los dioses. Y así entre otras cosas maravillosas, fue capaz de predecir un eclipse de sol en el 585 a.n.e. Y si esto, visto con ojos actuales puede parecernos vulgar o carente de importancia, debemos recordar que entre los pueblos primitivos – y no tanto – producía pavor. Sin más, los griegos de los años de Sócrates aun temían o reverenciaban esos portentos y uno de los motivos del desastre de Atenas en Sicilia, vino de la mano de un eclipse y de un general timorato: Nicias, que junto a Lámaco y el depravado e innoble Alcibíades, fueron los tres generales de la mencionada expedición, que marcaría el declive del imperio ateniense.


Pero Tales de Mileto no se cansó, siguió impartiendo lecciones magistrales y se topó con un alumno que acabaría siendo el primer agnóstico: Anaxágoras, que revolucionó el cotarro hasta el punto de tener que exilarse de la gloriosa y brillante Atenas, para que no le condenaran a muerte; muerte que el mismo se proporcionó si se hace caso a la leyenda que dice se dejó morir de hambre. Pero antes de eso, tuvo discípulos de la clase u categoría de Pericles, Protágoras, Eurípides y el mismo Sócrates. Casi nada.


Pero antes que todos ellos, tenemos a Hesíodo, personaje al que todos los historiadores hacen referencia y que viene a colación – ni más ni menos – por haber sido la primera persona que puso en orden y concierto el mítico Panteón Griego. Considerado el primer poeta helénico, nació aproximadamente en el 700 a.n.e., cerca de Tebas, en una mísera aldea al pie del Helicón: “Ascra[1], mala en invierno, irresistible en verano y nunca buena”. Escribió tres libros: La Teogonía (imprescindible para los dioses y los hombres), El Escudo de Heracles y Los Trabajos y los Días, en la que trató de aleccionar a su vago y díscolo hermano.


Más adelante veremos cómo fue Tebas donde se inventó la escritura helena o mejor, la ciudad a donde fue exportado el alfabeto fenicio al ser fundada por Cadmo, hermano de Europa. Y si hemos de ser más prosaicos, a la que arribó un comerciante levantino que a la postre se convertiría en el padre de Hesíodo. Pero vayamos por partes.


El deporte en la Hélade nació directamente alrededor de los templos y las ceremonias religiosas habidas para ensalzar los constructos humanos llamados dioses. Y como los helenos eran belicosos a más no poder, las manifestaciones físicas que los mejores y más habilidosos hacían de sus cualidades guerreras acabaron por derivar en lo que podríamos llamar “deporte”. Los griegos, que importaron estas prácticas – como tantas otras cosas – de los egipcios, lo que hicieron fue perfeccionarlas para deleite de sus dioses durante sus festivales y ponerles más y mejores reglas, estableciendo lo que hoy podemos denominar como deporte de competición.


Tampoco es que vayamos a bajar aquí a todos los dioses del Olimpo, pero hay muchos que merecen la pena ser recordados, así como los héroes, nacidos casi siempre al amparo de los amoríos de una mujer y un dios, me hacen pensar casi con toda probabilidad de equivocarme, que dado que los griegos estaban siempre atareados en guerras internas o externas, sus esposas eran visitadas por el dios de turno y desconsoladas o medio viudas ellas ¿podían hacer algo mejor que consolarse? Más tarde se elaboró una figura en forma de paloma que hacía lo mismo, misteriosa e intangible de igual modo.









[1] Hesíodo: Los Trabajos y los días. Ed. Gredos. Pág. 105

10.- Zeus, el padre de todos los dioses

.... Y de muchísimos humanos dado su carácter salaz y rijoso a más no poder, que para eso era el más grande y se ganó el trono a pulso. Pero veamos cómo.



Cronos, padre de Zeus, tenía la fea costumbre de comer a sus hijos para no tener descendencia que pudiera sucederle. Su esposa Rea, bastante harta, escondió a Zeus en Dictean, una gruta cretense también conocida como Psychro y que se puede visitar en la actualidad a unos 60 km de Iraklion. Allí puso al infante divino al cuidado de tres ninfas: Andrastia, Melisa e Ida, que lo alimentaban con la leche de la cabra divina Amalthea. Luego se puso a darle a la cabeza para acabar con Cronos. Ya sabemos que los poderosos primero hacen lo que quieren y luego buscan justificaciones.



Dicho lo dicho sobre Zeus y su nacimiento, el personaje es tan importante y su figura tan fundamental que merece la pena detenerse unos instantes en él y volver a B. Souvirón[1] que nos deleita con otra leyenda sobre el lugar de nacimiento: La Arcadia, en mitad del Peloponeso, la tierra dominada durante siglos por la ciudad estado de Esparta y sus habitantes.



B. Souvirón aquí sigue la tradición recogida por Calímaco de Cirene y nos cuenta magistralmente como Rea trata de pasar inadvertida y esconderse de Crono, para lo que penetra en lugar donde “ningún cuerpo proyectaba sombra”. Finalmente y en plena noche parió a Zeus en el monte Liceo (monte del lobo) y después de lavarlo, deposita el cuerpo del niño dios en brazos de la ninfa Neda, hija de Océano, que junto a su abuela Gea, rápidamente se dirigen a Creta, mientras que su madre pule una piedra que ofrece a su ansioso y enfurecido esposo que rápidamente se traga como si del hijo fuese. Animalico. Luego vomitaría la susodicha piedra y Zeus la coloca en Delfos, punto central y referencia de futuro de la religiosidad de los helenos. Volvamos a Creta.



Pero volvamos a los mitos que también son bellos y didácticos a la hora de encontrar el origen de nuestra forma de pensar y comportamiento actual.
















[1] El Rayo y la Espada (I).- Pág.- 103 y ss.. Alianza Editorial. Madrid 2008

9.- Otra gran civilización: Creta (Aproximación)

Creta es una isla y aunque parezca una obviedad hay que hacerlo patente pues mucha gente lo desconoce y les lleva a cometer infinidad de errores y algún que otro horror. Cuando de críos saltábamos un amplio río, lo hacíamos pisando una o varias piedras situadas en el agua. La cultura hizo la misma transición entre Egipto y Grecia: El Delta, Creta, Citera y el Peloponeso.


La Civilización Minoica – también así llamada en honor del rey Minos – se caracterizó por muchas cosas, entre las que destaca la construcción de los famosos palacios de Cnoso y alrededores.


No tenían murallas defensivas ni algo que pudiera semejar a las ciclópeas que había en Micenas o Tirinto, por ejemplo. Pero para rizar un poco más el rizo, tampoco fueron encontradas armas de la época y se cree que las riendas del poder estaban en manos de las mujeres, teoría basada en la paz y en la aparición de una estatuilla en el lugar más sacro del palacio de Cnoso, la “tesorería”. Es una dama con dos serpientes en las manos, el pecho descubierto y grandes ojos escrutadores: La “Señora de las Fieras”. Quizá un símbolo de la fertilidad o un ídolo. En cualquier caso, es el retrato de esta pacífica civilización y la única deidad antropomórfica de la isla, que nos recuerda mucho a la sumeria Inanna o a la babilónica Ishtar, a la fenicia Astarté, o a la griega Afrodita / Kýpris.


Hasta que llegó Zeus, no tenían otros dioses que los de la naturaleza. No tenían más santuarios que algunas cuevas y el reparto de tierras entre sus habitantes era procurado por sus reyes de forma bastante equitativa. Tampoco tenían esclavos y habitaban en las llanuras, sin fortificaciones. Estaban avocados a finalizar invadidos por otros más hambrientos o más codiciosos y como desde siempre hubo trasiego de helenos hacia abajo y egipcios hacia arriba, pues eso, allá por el 1600 a.n.e., todo tocaba a su fin.


Bernardo Souvirón[1] en su segundo libro (el primero fue “Mujer de Aire”) nos relata con su peculiar, poético e inconfundible estilo, el nacimiento de la civilización Griega tomando como punto de partida Creta y la cultura allí desarrollada entre el año 2000 y 1600 a.n.e. Si un sabio lo dice a mí no me queda más remedio que suscribir punto por punto sus asertos y sin la más pequeña matización, para eso soy medio analfabeto.


El introducir en este modesto escrito a Creta y su significado para Occidente y el mundo del deporte, es porque considero a su civilización y a la isla como el puente de entrada a Grecia y el nexo del trasiego ideológico, social o de usos y maneras y demás cosas, entre Egipto y el continente, así como de todo aquello que acontecía en el Mediterráneo Oriental en los convulsos tiempos que fueron entre el 2500 al 1500 a.n.e. Empero las aportaciones de esta Civilización al mundo del deporte, a mi modesto entender, son más bien escasas. Si acaso la práctica del boxeo y el salto del potro (en su caso del toro) y poco más.


Si sabemos del boxeo es por un fresco descubierto a mitad del siglo pasado en el yacimiento arqueológico de Akrotiri por Spyridon Marinatos (Isla de Santorini, antigua Tera, desaparecida en gran parte por una erupción volcánica allá por el 1620 a.n.e) donde se aprecia la lucha de dos jóvenes provistos de guantes y atizándose mutuamente. Tiene una dimensiones de 0.94 metros de ancho y 2,75 metros de altura.


En cuanto al salto de toro (taurocatapsia), arraigado más con los ritos religiosos y con las culturas de Sumer, Egipto y Levante (Siria, Palestina, etc.), es una constante en toda la isla y en el nacimiento de su cultura de la que hablaré seguido para introducirnos un poco en la mitología, los mitos y la gran Grecia.


Personalmente pienso que los saltadores de toros eran personas en buena o muy buena forma física, que arriesgaban su vida para deleite de los demás, afrontando a un toro más o menos bravo durante una festividad y que apoyando sus manos en los cuernos aprovechaba la fuerza del animal para saltar sobre él y caer a toro pasado (nunca mejor dicho). La gracia estaría en salir vivo del encuentro. Como lo que hacen los “forçados” actuales.


Hay otro fresco, este hallado en Cnoso, representando a un hombre que se agarra a un toro, otro patas arriba y manos en los lomos del mismo animal y otro(a) en la parte trasera (78,2 cm de alto y 104,5 cm de ancho). Como si fuera la diapositiva de un acróbata en tres pasos o uno que salta y dos que ayudan. En fin, a interpretar que no dejaron escrito nada al respecto. Pero los arqueólogos dicen que era muy corriente en aquellos pagos y en aquellos tiempos, antes y después de que Tera se deshiciera en añicos.


Dicho esto, debo añadir que deporte… más bien poco. Que los admiradores de la tauromaquia vean en estos ritos el fundamento de lo que dan en llamar fiesta nacional española, no solo me parece descabellado sino que una aberración. Pero para no levantar animadversión solo en la parte de toreros y admiradoras, tampoco me parece deporte el automovilismo en ninguna de sus acepciones, ni el motociclismo tampoco. Son elementos plásticos de la publicidad. Nada más.


Un poco como el primer Egipto en mitad del desierto que solo tenía enemigos naturales. Creta estaba en mitad del Egeo, entre Grecia y Egipto y un tanto apartada de las primeras rutas comerciales y por tanto de fuentes problemáticas. Aquellas que iban y venían del Paraíso Terrenal comprendido entre el Eúfrates y el Tigris por una parte y el Paraíso Acuático del Delta del Nilo.


Los cretenses permanecieron en paz y gracia de los dioses hasta que llegaron los aqueos, que son los culpables – o al menos se les culpa, que es otra cosa – de casi todas las maldades de la edad de bronce, con sus armas y sus dioses y sus costumbres. Se adueñaron de la isla y para justificar su conducta hicieron que en ella se criara Zeus y diera comienzo todo para nosotros.









[1] Hijos de Homero. Alianza Editorial. Madrid 2006. Págs. 33 y ss.

8.- La guerra como “perpetuum mobile”

Las batallas y/o guerras de antaño eran tan crueles como las actuales, es una materia que solo ha sufrido cambios estructurales y de material pero no la esencia de las misma. Creo que cuando el primate descubre que con un tronco o un hueso, puede agredir a un igual e incluso a un superior y salir airoso del trance, acaba de descubrir la propiedad privada y rápidamente se da cuenta que cuanto más cruel y sanguinario se muestre, mayor es el miedo que infringe y el éxito de su operación. A partir de ahí, solo incrementar el número de efectivos y ayudarse del terror para que no se produzcan tantas bajas sobretodo en su ejército. Avanzado el tiempo halla la justificación con sus deidades y entonces nada por lo qué preocuparse pues sus dioses eran más crueles y vengativos que ellos.


Las ciudades estado de la antigüedad (Sumeria, Egipto, Media, Persia, etc…) y por extensión las “polis” griegas, hacían la guerra entre ellas como una actividad más, algo cultural que les confería carácter amén de bienes de consumo y esclavos. Debían por tanto prepararse para la misma, transformándose así el entrenamiento para superar al vecino en el deporte exhibido en el entorno de los templos como una manifestación religiosa más. Veremos más adelante como la ciudad de Esparta es el epítome a tal efecto. Era pues algo normal y la paz un intermedio de alianzas, pactos, coaliciones y vuelta a empezar.


Hagamos abstracción de las imágenes que nos proporcionan las películas “de romanos” y retrocedamos dos mil quinientos (o cinco mil) años en la Historia, para meternos en una batalla donde los que combatían en primera línea eran los nobles y señores de la guerra, los excelentes, en la Hélade los “aristoi”, estos a quienes actualmente denominamos “jefes”, tan alejados de las batallas que las más de las veces ni aparecen por el campo al que siempre van de carne de cañón los mismos.

Estos nobles son los que pueden y tienen que prepararse diariamente, entreguerras, en los gimnasios o en los palacios, y así nace el deporte como entrenamiento para la batalla. Su propia vida les iba en ello.

miércoles, 22 de febrero de 2012

7.- Juegos y otros deportes

Jugaban con pelotas de fibra de papiro recubiertas de cuero, tanto a lo que hoy denominaríamos balonmano como jockey (con una rama de palmera). Levantaban sacos de arena o piedras para ejercitar la fuerza. A los faraones y es de suponer que a la clase dirigente también, les encantaba la caza de animales salvajes o casi, como leones toros o hipopótamos (recordemos que Menes fue atrapado por un hipopótamo y o bien murió o le salvó un cocodrilo por ser un dios). En cuanto a carreras, la más famosa era la del faraón en el festival Heb Sed, cuando tenía que demostrar su vitalidad. Pero había otras de más o menos distancia y alrededor de los templos, en las que hasta el faraón participaba y claro, en esas condiciones, siendo vos quien sois y temiendo las consecuencias, solía ganar. Nada nuevo.


Se habla así mismo de una carrera entre Menfis y el oasis de El Fayum donde los corredores salvan una distancia de unos 100 kilómetros en el tiempo de 8 horas. Sirva este ejemplo para comentar que los escribas de la antigüedad, como los periodistas de la actualidad mentían porque se equivocaban de buena fe o porque directamente hacen valer sus preferencias y prejuicios. A ver quién es capaz de correr en la actualidad y con todos los condicionantes a favor, en pleno desierto, una distancia tal sin morir en el intento. Como diríamos ahora: ¡menos lobos caperucita!


Saltaban longitud o altura colocando a dos competidores o compañeros de fatigas, sentados con los pies casi en contacto y las palmas de las manos tocándose, mientras que un tercero saltaba sobre ellos. Se dice que hay lugares en la actualidad que se practica algo parecido y se llama “gallina de los pasos”.


El lanzamiento de jabalina, la lucha, el tiro con arco, la equitación o carreras de carros, formaban parte de las enseñanzas básicas para la guerra defensiva u ofensiva. La caza de aves con un palo de forma y uso parecido al boomerang australiano actual.


Hubo un faraón que descolló por encima de los demás en cuanto a sus cualidades deportivas y no fue otro que Amenhotep II, fallecido a los 26 años ( hay varias cronologías, una esta: 1438 – 1412 a.n.e. dinastía XVIII) pero con tiempo suficiente para haber pasado a la Historia como un gran guerrero y un gran deportista, destacando en remo, equitación y tiro con arco, especialidad esta última donde obtuvo las mejores crónicas y o bien el escriba mentía o era capaz de atravesar una placa de cobre de seis centímetros que le ponían de diana. Aquí recuerdo lo dicho sobre los intereses o las mentiras involuntarias. Tiene la gloria de apuntarse durante su reinado el éxodo de los judíos. De haber sido cierto, porque se pone muy en duda, ya que si algún día fue tal, había que atribuirlo en el reinado de Ramsés II o Merenptah doscientos años después.


La natación, en el rio directamente, como todo el mundo, aunque es de suponer que si no había piscina en el Jeneret, en el rio les acotasen unos espacios libres de bichos comedores de hombres o molestos, que para eso eran semidioses o hijos de uno. Así que la pesca deportiva y la natación estaban a la orden del día. El remo en ligeros barcos, precursor del piragüismo moderno, completaba una lista enorme de prácticas deportivas a las que se aficionaba a la prole desde la infancia. Matar el tiempo como siempre y cultivar el cuerpo. La mente era otra cosa.


Y para ejercitar ésta, tenían otras cosas como los juegos de mesa y uno de los mismos, el de Senet, es considerado por mucha gente como precursor del ajedrez actual, del que no se sabe muy bien su procedencia y que está rodeado así mismo de mitología, de casillas, sabios y trigo.


Este juego – como casi todos los que practicaban – estaba relacionado con el placer pero también con el más allá. Recordemos que la religión y la muerte fueron factores fundamentales de su existencia. Pues bien, el Senet era practicado por todas las clases sociales desde siempre y hasta que los romanos invadieron Egipto. Su nombre viene a significar “tránsito” o “pasaje”


Los elementos materiales del juego eran el tablero de treinta casillas sobre el que se colocaban 12 piezas similares a los peones del ajedrez, cinco más de forma cilíndrica y otras siete cónicas y por desgracia desconocemos la estrategia y la táctica del juego y por más decir, se desconocen hasta las mínimas reglas, pero como ocurre con las tablillas de arcilla sumerias y sus constantes descubrimientos, confiemos en algún papiro escondido que desenmarañe la forma en que se jugaba.


De su práctica y expansión entre todo tipo de clases sociales nos dan noticias los escritos, mencionado en el capítulo XVII del Libro de los Muertos o las pinturas como la que nos presenta a Nefertari jugando con el “invisible” en la pared de su tumba. En cuanto a ejemplares tangibles, hay multitud repartidos por varios museos europeos y egipcios.


Había otros juegos de mesa: el de las “veinte casillas” en el que se empleaban cuatro piezas, dos con la cabeza de Anubis y otras dos con la cabeza del dios enano Bes y la suerte la repartía una taba (astrágalo) que hacía de dado. Se completaba con unos palitos que se lanzaban contra los “dioses” tratando de su derribo.


El “juego de la serpiente” se realizaba sobre tablero con dibujo de serpiente enrollada y de cuerpo compartimentado, antecesor de nuestro juego de la Oca y práctica similar, donde podían competir hasta seis jugadores que trataban de llegar de cola a cabeza con fichas de marfil.


sábado, 4 de febrero de 2012

6.- El primer Centro de Alto Rendimiento

Volvamos al deporte.

Como tenían mucho tiempo libre y bastantes conocimientos y el río no estaba jugándosela de continuo; como tampoco estaban a diario construyendo monumentos colosales en todos los rincones, es de suponer que sin televisión ni papiros al alcance de todos, pues se dieron en emular lo que hacían sus dioses faraones con su tiempo y esto no era otra cosa que practicar la caza y la pesca, las carreras rituales, prácticas de autodefensa y ataque con arcos y lanzas, juegos de pelota y cuando la climatología obligaba, algún que otro juego de mesa e interior.



Centro de Alto Rendimiento
Se llamaba Jeneret que viene a significar “lugar cerrado” donde se toca música o se lleva el ritmo. Era este un invento excluyente y diferenciador que se procuraron las clases dirigentes por y para perpetuarse. Un lugar cerrado fuera de palacio, pero en las inmediaciones, donde moraban la madre del faraón y las esposas de éste – principales y concubinas – con sus hijos.

Todo un tropel de gente bien y “guapa”. Sin duda ni temor a equivocarme, pienso que por los patios adyacentes correteaban los chiquillos y entre clase de religión o de estrategia, entre peleas y descansos, entre ritos y gozos, comenzaron a practicar sus habilidades y a competir entre ellos para saber y determinar su posición ante su padre y demás ralea. Es una cuestión instintiva agazapada por la civilización y a la vez transformada para llegar al punto de no tener que descalabrarse en peleas inútiles cuando podemos establecer unos baremos o reglas admitidas por todos.
En las inmediaciones de este primitivo CAR (pero no menos efectivo) desarrollarían sus funciones por este orden los sacerdotes y los médicos, la nobleza y los dirigentes del estado, los escribas y un poco más alejados en sus viviendas y lugares de influencia, los artesanos, los comerciantes y el ejército. En los campos circundantes, los campesinos y los siervos y en los confines o donde podían y les dejaban, los pocos esclavos que los egipcios poseían, si es que tenemos en consideración que las guerras a este paraíso vinieron bastante tarde.

Esta gran civilización tenía consolidada la igualdad de hombre y mujer. Sería en el trascurso de los siglos que primero los asirios y luego griegos, romanos, cristianos y musulmanes, acabaran con ese apetecible estado social.

Pues bien, a pesar de ellos, en el Jeneret la jerarquía recaía sobre la Primera Dama, la venerable, mientras que las demás constituían el “Ornato Real”. El trabajo de las niñas, como su aprendizaje, iba dirigido a las “labores de su género” como diríamos en la actualidad: danza, tañer el arpa, el laúd o la flauta, elaboración de hermosos útiles de belleza y aseo y confección de vestidos. Se supone que las enseñarían a leer y escribir jeroglíficos. Además de CAR, ejerció mucha influencia en todo lo tocante al estado y se constituyó en el “modelo del harén oriental” hoy en día muy desprestigiado por la moral victoriana – que le comparaba con el harén otomano – que tanto daño ha hecho y hace a nuestra sociedad.

Los niños españoles de mitad del siglo XX jugábamos a las mismas cosas que los de hace 5000 años en Egipto. Solo cambiaron los medios, pero no la esencia. Niños de la calle se decía y con juegos como las carreras, la pelota, saltos, baños en los ríos o las tabas. Cuando nos dejaban montábamos a caballo o fabricábamos arcos y flechas con varas de castaño.

En el Jeneret se perfeccionaría y entrenarían las cualidades para vencer en los deportes que vemos en muchas inscripciones y en muchos monumentos. Se practicaba con asiduidad la lucha libre, pesas, salto de longitud, natación, remo, tiro con arco, pesca, atletismo (aunque aún no se llamaba así). El futuro faraón y los dirigentes criados a su alrededor, tenían que ser los mejores y además parecerlo para lo cual hasta uniformes de equipo habían establecido, árbitros y reglas. Y si los deportes eran individuales, los que accedían a la final recibían su premio, uno por ganar y otro por su espíritu de lucha ya que no había competición como entendemos ahora. Se trataba de mantener el cuerpo en forma

5 - EGIPTO

Fueron los egipcios los primeros en dar sentido al término deporte tal y como lo entendemos en la actualidad o con diferencias no muy relevantes. En un principio se trataba de ejercitarse para la supervivencia, más tarde para la defensa de otros agentes que pudieran agredirles, luego la injerencia en asuntos externos y por fin el placer y consumo de las endorfinas almacenadas en épocas de bonanza.



De la tosca y corta lanza con pica de sílex al venablo que se arrojaba contra los animales en carrera, de aquella que servía para agredir al enemigo hasta la jabalina actual, posiblemente transcurrieran tantos siglos como entre las flechas del cazador ancestral a los modernos arcos fabricados con resinas sintéticas. Pero todo sirve, primero para mantenerse vivo en la región conquistada y luego de atravesar las históricas fases mencionadas, para vivir con calidad.



Aquellos H. Sapiens que salieron del Valle del Rift para dirigirse al norte, siguieron el curso del gran río de África, el Nilo, alma y cuerpo de “nuestra civilización” y del oasis que suponía tener buenas tierras de cultivo, agua y un clima templado siempre que se alejaran de los rigores y la aspereza del circundante desierto.



Un vergel definido por Herodoto[1] como “regalo del Nilo” y que daría sentido y forma de ver el mundo a sus habitantes, pero que tuvieron que adaptarse a él desde un principio.



….. acerca de este país discurrían ellos muy bien, en mi concepto; siendo así que salta a los ojos de cualquier atento observador, aunque jamás lo haya oído de antemano, que el Egipto es una especie de terreno postizo, y como un regalo del río mismo, no solo en aquella playa a donde arriban las naves griegas, sino aun en toda aquella región que en tres días de navegación se recorre más arriba de la laguna Meris …..



Al igual que Herodoto, Diodoro de Sicilia[2] cita las crecidas del Nilo como la fuente principal de riqueza agrícola y clave de la prosperidad de este pueblo:



……. el Nilo tiene especies de peces de todas clases e increíbles por su abundancia; a los nativos, no sólo les proporciona el abundante provecho de los recién capturados, sino que también les suministra una cantidad inagotable para la salazón. En general, en beneficios a los hombres, supera a todos los ríos del mundo habitado. Da comienzo a su desbordamiento a partir del solsticio de verano hasta el equinoccio de otoño y, aportando siempre nuevo limo, empapa por igual la tierra inculta, la sembrada y la plantada, tanto tiempo cuanto los agricultores del territorio quieran. Como el agua discurre mansamente, lo desvían fácilmente con pequeños diques y de nuevo lo reconducen cómodamente cortándolos cuando se cree que es conveniente. En general, proporciona tanta facilidad de ejecución a los trabajos y beneficios a los hombres que la mayoría de los agricultores, colocándose en los lugares ya secos de la tierra y lanzado la semilla, conducen por encima sus ganados y, pisoteando con ellos, vuelven para la siega después de cuatro o cinco meses y algunos, removiendo mínimamente con ligeros arados la superficie del territorio mojado, recogen montones de frutos sin mucho dispendio ni esfuerzo. En resumen, toda la agricultura se practica entre los otros pueblos con grandes gastos y fatigas y, sólo entre los egipcios, se recolecta con pequeñísimos dispendios y trabajos.



Y para finalizar con algunos de los sabios antiguos que se devanaron con Egipto, citaré al otro gran historiador que nos relató una historia y la cronología de los faraones: Manetón de Sebennito, sumo sacerdote de Serapis durante la dinastía ptolemaica en tiempo del soberano Ptolomeo II, que nos legó una Historia de Egipto en lengua griega, para desbravar a éstos, decía él. Pero solo se conservan fragmentos de la misma incrustados en la obra de otros autores, interesados las más de las veces en deformarla conforme a sus intereses, bien por nacionalismo o por religión (nada nuevo por otra parte). Así mismo se le atribuyen otras varias obras, nueve en total, puestas en duda por la historiografía moderna.



Todo aquel espacio dividido en dos: Alto Egipto desde Menfis hasta la primera catarata y que se dio en llamar “tierra de la cebada” en época faraónica. Y Bajo Egipto, entre Menfis y el mar Mediterráneo: el Delta. Dos reinos independientes unificados por Menes allá por el año 3050 antes de nuestra era, siendo el origen y punto de partida de las posteriores Dinastías. Este Menes fue arrollado y muerto por un hipopótamo y salvado por un cocodrilo. Anecdóticas cosas de héroes y dioses al cabo.



Pero todo había comenzado siglo y medio antes en las ciudades de Nején en el Alto Egipto (“fortaleza”) llamada Hieracómpolis en griego, y Buto en el Delta. Más que dos ciudades aisladas o proto-ciudades estado, eran una unificación de pueblos de un mismo entorno. El caso es que hacia el 3200 a.n.e. y en un proceso de unificación política (o religiosa) no muy bien conocido en la actualidad, se convirtió en un estado unificado bajo el mando del “Señor de las dos Tierras” asentando prontamente la capitalidad en Menfis, donde un monarca “teocrático” rigió los destinos del país previa conversión en faraón “hijo de Re” o dios Sol.



Simplificando muchísimo y como no es propósito de esta líneas hacer un exhaustivo repaso a la Historia de este pueblo, podemos afirmar equivocándonos poco que la civilización de la que hablo se desarrolló entre la primera catarata del Nilo y el Delta en el Mediterráneo. Ochocientos kilómetros metro arriba kilómetro abajo.



En definitiva, el Nilo marcó la vida de los lugareños desde tiempo inmemorial haciéndoles dependientes en grado absoluto y más que nada porque necesitaban comer y eran inminente mente agrícolas, que se vive mejor y en mayor número de la agricultura que de lo que se pueda cazar por las zonas boscosas. Así pues, cuando se producía la inundación, a verlas pasar y cuando bajaba el nivel, pues a repartir el lodo y hacer huertos y a plantar y a recolectar y a pagar impuestos a los dioses que eran buenos y les traían el agua.



Desde un principio convivieron las elites privilegiadas con el sistema faraónico y con un pueblo que como siempre pagaba las cerámicas que se iban rompiendo, alternándose las épocas de bonanza y escasez que aún no se llamaban crisis, aunque albergaban ya los mismos elementos desestabilizadores: la codicia, el gusto por el fasto y la ostentación, la precariedad de la vida del peón de brega, las hambrunas y las tormentas, los lujos otra vez, el despotismo y la tiranía, las desigualdades y así hasta el infinito llegando a los tiempos actuales. Pero esa es otra Historia.



Como de tontos tenían nada más que lo imprescindible, pronto se dieron cuenta que esta inundación venía más o menos cada 365 días y confeccionaron un calendario basado en las crecidas, que llenaban de lodo los campos y borraban límites y senderos para lo cual empezaron a darle vueltas a la geometría y a las matemáticas, a los pictogramas importados de Sumer, a la astrología y algún que otro dios y mito. A favor de todo esto estuvo también la soledad. Al norte el Mediterráneo, al sur la nada continental, al este el Mar Rojo y al oeste el desierto (aunque no siempre fue tal). No tenían enemigos declarados más que ellos mismos.









[1] Historia. Libro 2. El Logos Egipcio. Págs. 189 y ss. Ed. Cátedra. Madrid 2008



[2] Diodoro Sículo, BH I,36,1-12. [Versión de F. Parreu (ed.), Diodoro de Sicilia. Biblioteca Histórica. Libros I-III. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid 2001, pp. 215-218.

sábado, 21 de enero de 2012

4.- El primer Corredor de Fondo (Sumer)

Como no podía ser menos fue un sumerio. Entre la ingente cantidad de tablillas estudiadas, aparecen himnos, lamentaciones, cantos funerarios, salmos y todo tipo de escritos que paulatinamente van siendo descifrados y donde se nos muestra un mundo colorista, culto a veces, idílico, repleto de actos ejemplarizantes y las más de las veces guía de posteriores civilizaciones y libros santos.


Aproximadamente 2100 años a.c. en la ciudad estado de Ur, nos encontramos con un rey que sobresale por encima del resto del panteón (no olvidemos que eran semidioses o dioses, directamente) y no es otro que Shulgi, el hijo del fundador de la tercera dinastía: Ur-Nammu. Es la primera persona a la que se dedican varias líneas glosando sus cualidades de corredor, tan veloz como un “cabrito montés que corre a refugiarse… entrando en el Ekishnugal” (templo del dios luna Nanna-Sin en Ur), o también como fondista excelso que recorre en una hora lo que otros en quince.


Estos himnos son tan hiperbólicos y extravagantes (según Kramer[1]) que parecen mesiánicos. Alagan tanto al rey/dios que lo hacen único entre los mortales y acaban por creérselo ellos mismos. Shulgi escribe de sí mismo:


En mi juventud estaba en la edubba (escuela) donde


aprendí el arte de la escritura en las tablillas de Sumer y Akkad,


ningún otro joven sabía escribir sobre arcilla tan bien como yo,…


Era el ser perfecto física y psíquicamente, alto, guapo, moreno (de haber sido rubio tendría un problema su padre o él o ninguno de los dos, que para eso era hijo de dios con intermediación humana, se supone), sin rival.


Sus habilidades deportivas venían a buen seguro del perfeccionamiento de sus cualidades innatas para la caza. El mismo comenta que atrapa leones y serpientes a pelo, en pleno desierto y sin red. Dice también que es capaz de cazar gacelas a la carrera con sus pies veloces. Recordemos su caprina velocidad que él mismo nos relata en otra tablilla de la siguiente forma:


Que mi nombre se recuerde en el futuro, que no abandone la boca (de los hombres)


que las alabanzas hacia mí se propaguen a lo largo y ancho del reino,


que me elogien en todos los reinos,


yo, el corredor, aumenté mis fuerzas, dispuestas para el trayecto,


de Nippur a Ur,


resolví cruzarlo como si se tratase de (una distancia de) una “hora doble”.


Como un león que no se cansa de su virilidad me levanté,


me ceñí un cinto (¿) en torno a los lomos,


moví los brazos como una paloma que huye agitada de una serpiente,


distancié bien las rodillas como un ave-Anzu que eleva los ojos hacia la montaña.



Ciento sesenta kilómetros sin despeinarse. Se da un baño, se relaja, come un poco y para más heroicidad, en plena tormenta de granizo se vuelve para Nippur y celebra en el mismo día las festividades del “eshesh” (desconocida actualmente). Y claro, llega a palacio, se sienta entre su amigo el dios Utu y la esposa/diosa Inanna para darse un banquete.


Y con este rey sabio, alto y guapo, piadoso y primer corredor conocido gracias a unas tablillas y a la sabiduría de muchos arqueólogos, entre los que destaca Samuel N. Kramer, que nos lo documenta ampliamente en la obra citada y que a buen seguro abrirá más de una mente tras su lectura (recomendada), damos por concluido el capítulo de la civilización sumeria y nos adentramos en el Egipto de los faraones.


Aunque dado que están apareciendo continuamente tablillas y siendo estudiadas con más y mejores medios, todo lo expuesto hasta aquí es provisional y aproximado.






[1] La Historia Empieza en Sumer: Samuel N. Kramer. A. Editorial. Madrid 2010. Pág. 291 y ss.

jueves, 19 de enero de 2012

3.- La Religión Sumeria

Las actividades deportivas nacen o son paulatinas transformaciones de las primeras pulsiones que conducen al niño a buscar sus primeras diversiones, ya sea con elementos materiales (juguetes) o inmateriales (el movimiento de las llamas o del mar) pasando por los juegos infantiles en grupo, hasta las diversiones juveniles y por fin la regulación de este tipo de actos y su ofrenda a los dioses.


Los asuntos deportivos – rudimentarios – de la antigüedad siempre se manifestaron en torno a los templos o a las ceremonias religiosas. O al menos fue durante las mismas cuando se pudieron establecer las primeras reglas para igualar las condiciones de participación.


El trato que vamos a dar al tema religioso sumerio será tan superficial que lo despacharemos en pocas líneas, que si los expertos no se ponen de acuerdo, los semi-analfabetos debemos ir con mucho tiento y pidiendo excusas a cada paso. Pero merece la pena saber un poco de aquel acúmulo de dioses. Casi un dios para cada asunto y apareciendo nuevos en cada excavación arqueológica, y si hemos de ser realistas ante lo que falta por descubrir, supongo que dentro de pocos años las cosas darán muchas vueltas y algún revolcón divino.


Los sumerios fueron los iniciadores de la religión, la mitología y la astrología de Mesopotamia para luego ser la inspiraron de otros pueblos que la fueron puliendo poco a poco hasta llegar a Yahvé, por ejemplo. Pero esto no implica que la inventaran ellos. Posiblemente se inspiraran en otros y como la rueda o la agricultura, ellos la perfeccionaron.


Asignaron un espíritu a cada cosa que les rodeaba y así explicaban el funcionamiento de las mismas. Creían que la luna, el sol o las estrellas eran dioses y que disfrutaban de las mismas emociones que los humanos, casualidad esta que coincide en todas y cada una de las religiones antiguas y actuales.


Sus dioses eran los propietarios de la tierra y del espíritu de todo lo que se meneaba, incluidos hombres y animales. Eran ellos quienes dotaban al ser humano de cualidades como la escritura u otras características de su condición, además de todo aquello que necesita. Fueron sus dioses quienes hicieron o moldearon con barro a los hombres para que les sirvieran – ¿a qué suena? – aunque en esto ya se ve la mano de algún listo.


Tenían la muy humana cualidad de enfadarse y entonces venían los castigos: truenos, catástrofes que hoy decimos naturales, tormentas, inundaciones, plagas, etc. El caso era imbuir en los súbditos la creencia de que todo el pueblo estaba a merced del que mandaba y el intermediario era el rey o el sumo sacerdote. Su mano o vicario en la tierra. Y este era el panteón sumerio:



  • Nammu, la diosa-madre.

  • An (o Anu), dios del cielo.

  • Utu el dios sol en Sippar.

  • Nanna, el dios luna en Ur.

  • Enlil, el dios del viento.

  • Inanna, la diosa del amor y de la guerra (equivalente a la diosa Ishtar de los acadios)

  • Enki en el templo de Erido, dios de la beneficencia, controlador del agua dulce de las profundidades debajo de la tierra.

Estos dioses estaban asignados a cada ciudad y claro, su estima y consideración dependía mucho del poderío de la ciudad. Sufría vaivenes temporales. Creían que la tierra flotaba sobre el mar, posiblemente porque tenían pozos por los que aparecía el agua, cosa nada extraña en la zona entre ríos en que moraban. Y a ese mar le llamaron Nammu, madre de todos los animales terrestres y marinos, adelantándose varios milenios a la teoría del “Caldo Primigenio”.


Esta diosa no paraba y también creó el cielo y la tierra, pero dejó que su hijo An y a su nieto Enlil, separaran el cielo de la tierra. Lo que no dice es en cuantos días lo hicieron. Esto se lo dejaron a los hebreos pero varios siglos más tarde.


Los dioses poseían pulsiones similares a las humanas o las mismas pero mejoradas. Pero como no conocemos que hubieran desarrollado una filosofía al respecto, lo que hacían o sabemos que hacían por las tablillas, era contar cuentos de dioses que se comportaban como humanos. Eran inmortales que gozaban y sufrían y resultaban heridos y hasta muertos y cuando se producían confrontaciones así, no se las cuestionaban y se acabó.


No tenían necesidad de probar ni de argumentar nada. No habían resuelto misterios como el de la Santísima Trinidad ni los dogmas de fe, pero se parecía bastante. Los sacerdotes y escribas (clase alta de cualquiera de las maneras) solían cambiar las hazañas glorificadoras de los dioses según las necesidades del momento y punto. Y lo que hoy nos parecería el colmo de los colmos: Les hicieron aborrecer o renegar de cambios sociales.


Todo era por mandato de los dioses de cada ciudad y transmitido por el rey de turno o el sumo sacerdote. Los sacerdotes y los escribas y demás poderes fácticos, enseñaban – porque así lo creían – que todos los males del hombre son producto de sus malas acciones u omisiones y que nadie, absolutamente nadie, está exento de culpa. Necesitaban cuadrar el círculo y entonces concluyeron con un rudimentario Pecado Original. Perfecto.

martes, 17 de enero de 2012

2.- Los Sumerios

Sumeria es una región entre los ríos Éufrates y Tigris, cuyos habitantes – de origen incierto – desarrollaron la civilización que lleva su nombre y que abarca un periodo histórico aproximado entre el 5.000 y el 1.700 a.c. (dinastía Isín)


Un sacerdote llamado Beroso, del siglo III a.c., denomina a los pobladores de esta región: “pueblo de las caras negras”. Otros, simplemente: “cabezas negras”. Los sumerios, como dije antes, mas listillos o tal vez favorecidos por la climatología y los buenos alimentos y que más o menos vivían para ver salir el sol y divertirse durante los intervalos temporales en no se mataban entre sí, se dieron a inventar cosas tan fútiles y banales como el torno de alfarería y el horno (4000 a.c.) la rueda (3500 a.c.) o la escritura (3.300 a.c.) que primero a manera y modo de pictogramas pronto se convertiría en cuneiforme por arte de unos estiletes de caña.

En la actualidad no se puede afirmar taxativamente que fueron los sumerios más listos que los hindúes, chinos, japoneses o los habitantes de la actual Rumanía/Bulgaria (Civilización Cucuteni o de la “Vieja Europa”, 6000 a.c.), donde aparecieron rudimentarias ruedas, alfarería o agricultura consolidada desde hace diez o trece mil años y si he de aventurar una hipótesis (desde la ignorancia histórica) lógica, diría que todos los humanos son exploradores y los viajes entre culturas o entre pueblos, eran tan frecuentes que podían transmitirse sus respectivas culturas o parte de ellas y algunos las modifican dependiendo de las condiciones y de las circunstancias particulares.

Como ocurre en la actualidad en que la mayoría de los inventos provienen de la investigación armamentística, los sumerios iban adaptando a la vida cotidiana sus innovaciones” de guerra o como consecuencia de la misma, que suena mejor y es un buen eufemismo.

En fin. Allá por el año 3500 a.c., entre los dos grandes ríos del Paraíso, en lo que ya se podía denominar una ciudad, llevados posiblemente por tiempos de abundancia y paz las gentes de orden se dieron a pensar. Un buen día se percataron de los muchos y variados artículos que poseían y se encontraron con la necesidad de catalogarlos (tampoco sabían que era un catálogo, pero lo descubrieron y vete tú a saber cómo lo llamaron: ¿tablilla tal vez?).

No es el momento de relatar el trabajo de los escribas, personajes que pertenecían a la aristocracia local, hijos de ricos comerciantes o de la nobleza. Gente destinada a perpetuar sus transacciones y formar a más escribas, para lo que crearon las primeras escuelas, gracias a las cuales y a las labores de copia en ellas desarrolladas, hoy tenemos miles de tablillas de todo tipo.
Pero sí es tiempo de contar que los sumerios fueron una civilización floreciente que destinó buena parte de su tiempo a organizar sus riquezas, elaborando la escritura cuneiforme y adelantándose en varios siglos a los fenicios que hicieron algo parecido y más trabajado inventando el alfabeto. Lo hicieron más que nada para poder constatar sus transacciones, pero una vez puestos y aprovechando el invento, crearon literatura. Primero comer y luego filosofar.
También se divertían procreando que esto ocurre desde siempre y si no, no estaríamos aquí y ahora. Necesitaban multiplicarse mucho porque también morían muchos por un amplio listado de motivos, desde una infección de muelas hasta por designo divino. También se mataban mucho entre si desde que el chamán les expulsó del poblado de origen. Así que a engendrar.

De la civilización sumeria se desconocía prácticamente todo después de siglos de ahogo debido a que la mayoría de estudiosos estaban centrados en las rutilantes excavaciones de Mesopotamia. La que nos ocupa fue descubierta y traída a primer plano hace poco más de cien años, mientras buscaban cosas de los asirios y babilonios en la ciudad de Uruk. De pronto comenzaron a aparecer tablillas de barro con escritura cuneiforme y aparecen los SUMERIOS como por arte de magia.

Vieron la luz gracias a unos señores admirables (bajo mi particular prisma) llamados arqueólogos. Son “pequeños sabios” descritos por Samuel N. Kramer como individuos que adquieren su categoría después de muchos años publicando artículos de consumo universitario o en revistas especializadas entre colegas y de los que los mortales jamás recordamos el nombre pero si sus hallazgos más espectaculares. Todos tenemos en mente la imagen de Tutankamon o la máscara de Agamenón, pero poco sabemos (los comunes) de sus descubridores, por poner tan solo dos ejemplos.

Pero los sumerios inventaron muchas cosas – por eso eran más listos que su entorno – y algunas tan transcendentales y llamativas como una democracia rudimentaria. La estructura social era piramidal y bastante absoluta. Arriba el rey y el sumo sacerdote, muchas veces fundidos en la misma persona. Un poco más abajo, los señores de la guerra, funcionarios de alto nivel, escribas y comerciantes, artesanos y campesinos y en la base los esclavos. Si es que las cosas han cambiado muy poco en milenios.
Pues bien, se da el caso que las aldeas se iban estructurando en torno al templo y éstas en ciudades estado más organizadas, donde había un consejo de ancianos a manera de senado, al que recurría el rey en caso de problema o asunto de incumbencia general como solía ser un ataque de la ciudad vecina o de la más poderosa. Y cuando los vejetes tenían intereses distintos al populacho y se oponían a los designios del reyezuelo, éste pasaba de ellos y se iba a la “cámara baja” o asamblea de moradores con armas y arrestos para defenderse, les explicaba su punto de vista y se saltaban a la “pata coja” los consejos de los viejos.