jueves, 19 de enero de 2012

3.- La Religión Sumeria

Las actividades deportivas nacen o son paulatinas transformaciones de las primeras pulsiones que conducen al niño a buscar sus primeras diversiones, ya sea con elementos materiales (juguetes) o inmateriales (el movimiento de las llamas o del mar) pasando por los juegos infantiles en grupo, hasta las diversiones juveniles y por fin la regulación de este tipo de actos y su ofrenda a los dioses.


Los asuntos deportivos – rudimentarios – de la antigüedad siempre se manifestaron en torno a los templos o a las ceremonias religiosas. O al menos fue durante las mismas cuando se pudieron establecer las primeras reglas para igualar las condiciones de participación.


El trato que vamos a dar al tema religioso sumerio será tan superficial que lo despacharemos en pocas líneas, que si los expertos no se ponen de acuerdo, los semi-analfabetos debemos ir con mucho tiento y pidiendo excusas a cada paso. Pero merece la pena saber un poco de aquel acúmulo de dioses. Casi un dios para cada asunto y apareciendo nuevos en cada excavación arqueológica, y si hemos de ser realistas ante lo que falta por descubrir, supongo que dentro de pocos años las cosas darán muchas vueltas y algún revolcón divino.


Los sumerios fueron los iniciadores de la religión, la mitología y la astrología de Mesopotamia para luego ser la inspiraron de otros pueblos que la fueron puliendo poco a poco hasta llegar a Yahvé, por ejemplo. Pero esto no implica que la inventaran ellos. Posiblemente se inspiraran en otros y como la rueda o la agricultura, ellos la perfeccionaron.


Asignaron un espíritu a cada cosa que les rodeaba y así explicaban el funcionamiento de las mismas. Creían que la luna, el sol o las estrellas eran dioses y que disfrutaban de las mismas emociones que los humanos, casualidad esta que coincide en todas y cada una de las religiones antiguas y actuales.


Sus dioses eran los propietarios de la tierra y del espíritu de todo lo que se meneaba, incluidos hombres y animales. Eran ellos quienes dotaban al ser humano de cualidades como la escritura u otras características de su condición, además de todo aquello que necesita. Fueron sus dioses quienes hicieron o moldearon con barro a los hombres para que les sirvieran – ¿a qué suena? – aunque en esto ya se ve la mano de algún listo.


Tenían la muy humana cualidad de enfadarse y entonces venían los castigos: truenos, catástrofes que hoy decimos naturales, tormentas, inundaciones, plagas, etc. El caso era imbuir en los súbditos la creencia de que todo el pueblo estaba a merced del que mandaba y el intermediario era el rey o el sumo sacerdote. Su mano o vicario en la tierra. Y este era el panteón sumerio:



  • Nammu, la diosa-madre.

  • An (o Anu), dios del cielo.

  • Utu el dios sol en Sippar.

  • Nanna, el dios luna en Ur.

  • Enlil, el dios del viento.

  • Inanna, la diosa del amor y de la guerra (equivalente a la diosa Ishtar de los acadios)

  • Enki en el templo de Erido, dios de la beneficencia, controlador del agua dulce de las profundidades debajo de la tierra.

Estos dioses estaban asignados a cada ciudad y claro, su estima y consideración dependía mucho del poderío de la ciudad. Sufría vaivenes temporales. Creían que la tierra flotaba sobre el mar, posiblemente porque tenían pozos por los que aparecía el agua, cosa nada extraña en la zona entre ríos en que moraban. Y a ese mar le llamaron Nammu, madre de todos los animales terrestres y marinos, adelantándose varios milenios a la teoría del “Caldo Primigenio”.


Esta diosa no paraba y también creó el cielo y la tierra, pero dejó que su hijo An y a su nieto Enlil, separaran el cielo de la tierra. Lo que no dice es en cuantos días lo hicieron. Esto se lo dejaron a los hebreos pero varios siglos más tarde.


Los dioses poseían pulsiones similares a las humanas o las mismas pero mejoradas. Pero como no conocemos que hubieran desarrollado una filosofía al respecto, lo que hacían o sabemos que hacían por las tablillas, era contar cuentos de dioses que se comportaban como humanos. Eran inmortales que gozaban y sufrían y resultaban heridos y hasta muertos y cuando se producían confrontaciones así, no se las cuestionaban y se acabó.


No tenían necesidad de probar ni de argumentar nada. No habían resuelto misterios como el de la Santísima Trinidad ni los dogmas de fe, pero se parecía bastante. Los sacerdotes y escribas (clase alta de cualquiera de las maneras) solían cambiar las hazañas glorificadoras de los dioses según las necesidades del momento y punto. Y lo que hoy nos parecería el colmo de los colmos: Les hicieron aborrecer o renegar de cambios sociales.


Todo era por mandato de los dioses de cada ciudad y transmitido por el rey de turno o el sumo sacerdote. Los sacerdotes y los escribas y demás poderes fácticos, enseñaban – porque así lo creían – que todos los males del hombre son producto de sus malas acciones u omisiones y que nadie, absolutamente nadie, está exento de culpa. Necesitaban cuadrar el círculo y entonces concluyeron con un rudimentario Pecado Original. Perfecto.

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