miércoles, 22 de febrero de 2012

7.- Juegos y otros deportes

Jugaban con pelotas de fibra de papiro recubiertas de cuero, tanto a lo que hoy denominaríamos balonmano como jockey (con una rama de palmera). Levantaban sacos de arena o piedras para ejercitar la fuerza. A los faraones y es de suponer que a la clase dirigente también, les encantaba la caza de animales salvajes o casi, como leones toros o hipopótamos (recordemos que Menes fue atrapado por un hipopótamo y o bien murió o le salvó un cocodrilo por ser un dios). En cuanto a carreras, la más famosa era la del faraón en el festival Heb Sed, cuando tenía que demostrar su vitalidad. Pero había otras de más o menos distancia y alrededor de los templos, en las que hasta el faraón participaba y claro, en esas condiciones, siendo vos quien sois y temiendo las consecuencias, solía ganar. Nada nuevo.


Se habla así mismo de una carrera entre Menfis y el oasis de El Fayum donde los corredores salvan una distancia de unos 100 kilómetros en el tiempo de 8 horas. Sirva este ejemplo para comentar que los escribas de la antigüedad, como los periodistas de la actualidad mentían porque se equivocaban de buena fe o porque directamente hacen valer sus preferencias y prejuicios. A ver quién es capaz de correr en la actualidad y con todos los condicionantes a favor, en pleno desierto, una distancia tal sin morir en el intento. Como diríamos ahora: ¡menos lobos caperucita!


Saltaban longitud o altura colocando a dos competidores o compañeros de fatigas, sentados con los pies casi en contacto y las palmas de las manos tocándose, mientras que un tercero saltaba sobre ellos. Se dice que hay lugares en la actualidad que se practica algo parecido y se llama “gallina de los pasos”.


El lanzamiento de jabalina, la lucha, el tiro con arco, la equitación o carreras de carros, formaban parte de las enseñanzas básicas para la guerra defensiva u ofensiva. La caza de aves con un palo de forma y uso parecido al boomerang australiano actual.


Hubo un faraón que descolló por encima de los demás en cuanto a sus cualidades deportivas y no fue otro que Amenhotep II, fallecido a los 26 años ( hay varias cronologías, una esta: 1438 – 1412 a.n.e. dinastía XVIII) pero con tiempo suficiente para haber pasado a la Historia como un gran guerrero y un gran deportista, destacando en remo, equitación y tiro con arco, especialidad esta última donde obtuvo las mejores crónicas y o bien el escriba mentía o era capaz de atravesar una placa de cobre de seis centímetros que le ponían de diana. Aquí recuerdo lo dicho sobre los intereses o las mentiras involuntarias. Tiene la gloria de apuntarse durante su reinado el éxodo de los judíos. De haber sido cierto, porque se pone muy en duda, ya que si algún día fue tal, había que atribuirlo en el reinado de Ramsés II o Merenptah doscientos años después.


La natación, en el rio directamente, como todo el mundo, aunque es de suponer que si no había piscina en el Jeneret, en el rio les acotasen unos espacios libres de bichos comedores de hombres o molestos, que para eso eran semidioses o hijos de uno. Así que la pesca deportiva y la natación estaban a la orden del día. El remo en ligeros barcos, precursor del piragüismo moderno, completaba una lista enorme de prácticas deportivas a las que se aficionaba a la prole desde la infancia. Matar el tiempo como siempre y cultivar el cuerpo. La mente era otra cosa.


Y para ejercitar ésta, tenían otras cosas como los juegos de mesa y uno de los mismos, el de Senet, es considerado por mucha gente como precursor del ajedrez actual, del que no se sabe muy bien su procedencia y que está rodeado así mismo de mitología, de casillas, sabios y trigo.


Este juego – como casi todos los que practicaban – estaba relacionado con el placer pero también con el más allá. Recordemos que la religión y la muerte fueron factores fundamentales de su existencia. Pues bien, el Senet era practicado por todas las clases sociales desde siempre y hasta que los romanos invadieron Egipto. Su nombre viene a significar “tránsito” o “pasaje”


Los elementos materiales del juego eran el tablero de treinta casillas sobre el que se colocaban 12 piezas similares a los peones del ajedrez, cinco más de forma cilíndrica y otras siete cónicas y por desgracia desconocemos la estrategia y la táctica del juego y por más decir, se desconocen hasta las mínimas reglas, pero como ocurre con las tablillas de arcilla sumerias y sus constantes descubrimientos, confiemos en algún papiro escondido que desenmarañe la forma en que se jugaba.


De su práctica y expansión entre todo tipo de clases sociales nos dan noticias los escritos, mencionado en el capítulo XVII del Libro de los Muertos o las pinturas como la que nos presenta a Nefertari jugando con el “invisible” en la pared de su tumba. En cuanto a ejemplares tangibles, hay multitud repartidos por varios museos europeos y egipcios.


Había otros juegos de mesa: el de las “veinte casillas” en el que se empleaban cuatro piezas, dos con la cabeza de Anubis y otras dos con la cabeza del dios enano Bes y la suerte la repartía una taba (astrágalo) que hacía de dado. Se completaba con unos palitos que se lanzaban contra los “dioses” tratando de su derribo.


El “juego de la serpiente” se realizaba sobre tablero con dibujo de serpiente enrollada y de cuerpo compartimentado, antecesor de nuestro juego de la Oca y práctica similar, donde podían competir hasta seis jugadores que trataban de llegar de cola a cabeza con fichas de marfil.


sábado, 4 de febrero de 2012

6.- El primer Centro de Alto Rendimiento

Volvamos al deporte.

Como tenían mucho tiempo libre y bastantes conocimientos y el río no estaba jugándosela de continuo; como tampoco estaban a diario construyendo monumentos colosales en todos los rincones, es de suponer que sin televisión ni papiros al alcance de todos, pues se dieron en emular lo que hacían sus dioses faraones con su tiempo y esto no era otra cosa que practicar la caza y la pesca, las carreras rituales, prácticas de autodefensa y ataque con arcos y lanzas, juegos de pelota y cuando la climatología obligaba, algún que otro juego de mesa e interior.



Centro de Alto Rendimiento
Se llamaba Jeneret que viene a significar “lugar cerrado” donde se toca música o se lleva el ritmo. Era este un invento excluyente y diferenciador que se procuraron las clases dirigentes por y para perpetuarse. Un lugar cerrado fuera de palacio, pero en las inmediaciones, donde moraban la madre del faraón y las esposas de éste – principales y concubinas – con sus hijos.

Todo un tropel de gente bien y “guapa”. Sin duda ni temor a equivocarme, pienso que por los patios adyacentes correteaban los chiquillos y entre clase de religión o de estrategia, entre peleas y descansos, entre ritos y gozos, comenzaron a practicar sus habilidades y a competir entre ellos para saber y determinar su posición ante su padre y demás ralea. Es una cuestión instintiva agazapada por la civilización y a la vez transformada para llegar al punto de no tener que descalabrarse en peleas inútiles cuando podemos establecer unos baremos o reglas admitidas por todos.
En las inmediaciones de este primitivo CAR (pero no menos efectivo) desarrollarían sus funciones por este orden los sacerdotes y los médicos, la nobleza y los dirigentes del estado, los escribas y un poco más alejados en sus viviendas y lugares de influencia, los artesanos, los comerciantes y el ejército. En los campos circundantes, los campesinos y los siervos y en los confines o donde podían y les dejaban, los pocos esclavos que los egipcios poseían, si es que tenemos en consideración que las guerras a este paraíso vinieron bastante tarde.

Esta gran civilización tenía consolidada la igualdad de hombre y mujer. Sería en el trascurso de los siglos que primero los asirios y luego griegos, romanos, cristianos y musulmanes, acabaran con ese apetecible estado social.

Pues bien, a pesar de ellos, en el Jeneret la jerarquía recaía sobre la Primera Dama, la venerable, mientras que las demás constituían el “Ornato Real”. El trabajo de las niñas, como su aprendizaje, iba dirigido a las “labores de su género” como diríamos en la actualidad: danza, tañer el arpa, el laúd o la flauta, elaboración de hermosos útiles de belleza y aseo y confección de vestidos. Se supone que las enseñarían a leer y escribir jeroglíficos. Además de CAR, ejerció mucha influencia en todo lo tocante al estado y se constituyó en el “modelo del harén oriental” hoy en día muy desprestigiado por la moral victoriana – que le comparaba con el harén otomano – que tanto daño ha hecho y hace a nuestra sociedad.

Los niños españoles de mitad del siglo XX jugábamos a las mismas cosas que los de hace 5000 años en Egipto. Solo cambiaron los medios, pero no la esencia. Niños de la calle se decía y con juegos como las carreras, la pelota, saltos, baños en los ríos o las tabas. Cuando nos dejaban montábamos a caballo o fabricábamos arcos y flechas con varas de castaño.

En el Jeneret se perfeccionaría y entrenarían las cualidades para vencer en los deportes que vemos en muchas inscripciones y en muchos monumentos. Se practicaba con asiduidad la lucha libre, pesas, salto de longitud, natación, remo, tiro con arco, pesca, atletismo (aunque aún no se llamaba así). El futuro faraón y los dirigentes criados a su alrededor, tenían que ser los mejores y además parecerlo para lo cual hasta uniformes de equipo habían establecido, árbitros y reglas. Y si los deportes eran individuales, los que accedían a la final recibían su premio, uno por ganar y otro por su espíritu de lucha ya que no había competición como entendemos ahora. Se trataba de mantener el cuerpo en forma

5 - EGIPTO

Fueron los egipcios los primeros en dar sentido al término deporte tal y como lo entendemos en la actualidad o con diferencias no muy relevantes. En un principio se trataba de ejercitarse para la supervivencia, más tarde para la defensa de otros agentes que pudieran agredirles, luego la injerencia en asuntos externos y por fin el placer y consumo de las endorfinas almacenadas en épocas de bonanza.



De la tosca y corta lanza con pica de sílex al venablo que se arrojaba contra los animales en carrera, de aquella que servía para agredir al enemigo hasta la jabalina actual, posiblemente transcurrieran tantos siglos como entre las flechas del cazador ancestral a los modernos arcos fabricados con resinas sintéticas. Pero todo sirve, primero para mantenerse vivo en la región conquistada y luego de atravesar las históricas fases mencionadas, para vivir con calidad.



Aquellos H. Sapiens que salieron del Valle del Rift para dirigirse al norte, siguieron el curso del gran río de África, el Nilo, alma y cuerpo de “nuestra civilización” y del oasis que suponía tener buenas tierras de cultivo, agua y un clima templado siempre que se alejaran de los rigores y la aspereza del circundante desierto.



Un vergel definido por Herodoto[1] como “regalo del Nilo” y que daría sentido y forma de ver el mundo a sus habitantes, pero que tuvieron que adaptarse a él desde un principio.



….. acerca de este país discurrían ellos muy bien, en mi concepto; siendo así que salta a los ojos de cualquier atento observador, aunque jamás lo haya oído de antemano, que el Egipto es una especie de terreno postizo, y como un regalo del río mismo, no solo en aquella playa a donde arriban las naves griegas, sino aun en toda aquella región que en tres días de navegación se recorre más arriba de la laguna Meris …..



Al igual que Herodoto, Diodoro de Sicilia[2] cita las crecidas del Nilo como la fuente principal de riqueza agrícola y clave de la prosperidad de este pueblo:



……. el Nilo tiene especies de peces de todas clases e increíbles por su abundancia; a los nativos, no sólo les proporciona el abundante provecho de los recién capturados, sino que también les suministra una cantidad inagotable para la salazón. En general, en beneficios a los hombres, supera a todos los ríos del mundo habitado. Da comienzo a su desbordamiento a partir del solsticio de verano hasta el equinoccio de otoño y, aportando siempre nuevo limo, empapa por igual la tierra inculta, la sembrada y la plantada, tanto tiempo cuanto los agricultores del territorio quieran. Como el agua discurre mansamente, lo desvían fácilmente con pequeños diques y de nuevo lo reconducen cómodamente cortándolos cuando se cree que es conveniente. En general, proporciona tanta facilidad de ejecución a los trabajos y beneficios a los hombres que la mayoría de los agricultores, colocándose en los lugares ya secos de la tierra y lanzado la semilla, conducen por encima sus ganados y, pisoteando con ellos, vuelven para la siega después de cuatro o cinco meses y algunos, removiendo mínimamente con ligeros arados la superficie del territorio mojado, recogen montones de frutos sin mucho dispendio ni esfuerzo. En resumen, toda la agricultura se practica entre los otros pueblos con grandes gastos y fatigas y, sólo entre los egipcios, se recolecta con pequeñísimos dispendios y trabajos.



Y para finalizar con algunos de los sabios antiguos que se devanaron con Egipto, citaré al otro gran historiador que nos relató una historia y la cronología de los faraones: Manetón de Sebennito, sumo sacerdote de Serapis durante la dinastía ptolemaica en tiempo del soberano Ptolomeo II, que nos legó una Historia de Egipto en lengua griega, para desbravar a éstos, decía él. Pero solo se conservan fragmentos de la misma incrustados en la obra de otros autores, interesados las más de las veces en deformarla conforme a sus intereses, bien por nacionalismo o por religión (nada nuevo por otra parte). Así mismo se le atribuyen otras varias obras, nueve en total, puestas en duda por la historiografía moderna.



Todo aquel espacio dividido en dos: Alto Egipto desde Menfis hasta la primera catarata y que se dio en llamar “tierra de la cebada” en época faraónica. Y Bajo Egipto, entre Menfis y el mar Mediterráneo: el Delta. Dos reinos independientes unificados por Menes allá por el año 3050 antes de nuestra era, siendo el origen y punto de partida de las posteriores Dinastías. Este Menes fue arrollado y muerto por un hipopótamo y salvado por un cocodrilo. Anecdóticas cosas de héroes y dioses al cabo.



Pero todo había comenzado siglo y medio antes en las ciudades de Nején en el Alto Egipto (“fortaleza”) llamada Hieracómpolis en griego, y Buto en el Delta. Más que dos ciudades aisladas o proto-ciudades estado, eran una unificación de pueblos de un mismo entorno. El caso es que hacia el 3200 a.n.e. y en un proceso de unificación política (o religiosa) no muy bien conocido en la actualidad, se convirtió en un estado unificado bajo el mando del “Señor de las dos Tierras” asentando prontamente la capitalidad en Menfis, donde un monarca “teocrático” rigió los destinos del país previa conversión en faraón “hijo de Re” o dios Sol.



Simplificando muchísimo y como no es propósito de esta líneas hacer un exhaustivo repaso a la Historia de este pueblo, podemos afirmar equivocándonos poco que la civilización de la que hablo se desarrolló entre la primera catarata del Nilo y el Delta en el Mediterráneo. Ochocientos kilómetros metro arriba kilómetro abajo.



En definitiva, el Nilo marcó la vida de los lugareños desde tiempo inmemorial haciéndoles dependientes en grado absoluto y más que nada porque necesitaban comer y eran inminente mente agrícolas, que se vive mejor y en mayor número de la agricultura que de lo que se pueda cazar por las zonas boscosas. Así pues, cuando se producía la inundación, a verlas pasar y cuando bajaba el nivel, pues a repartir el lodo y hacer huertos y a plantar y a recolectar y a pagar impuestos a los dioses que eran buenos y les traían el agua.



Desde un principio convivieron las elites privilegiadas con el sistema faraónico y con un pueblo que como siempre pagaba las cerámicas que se iban rompiendo, alternándose las épocas de bonanza y escasez que aún no se llamaban crisis, aunque albergaban ya los mismos elementos desestabilizadores: la codicia, el gusto por el fasto y la ostentación, la precariedad de la vida del peón de brega, las hambrunas y las tormentas, los lujos otra vez, el despotismo y la tiranía, las desigualdades y así hasta el infinito llegando a los tiempos actuales. Pero esa es otra Historia.



Como de tontos tenían nada más que lo imprescindible, pronto se dieron cuenta que esta inundación venía más o menos cada 365 días y confeccionaron un calendario basado en las crecidas, que llenaban de lodo los campos y borraban límites y senderos para lo cual empezaron a darle vueltas a la geometría y a las matemáticas, a los pictogramas importados de Sumer, a la astrología y algún que otro dios y mito. A favor de todo esto estuvo también la soledad. Al norte el Mediterráneo, al sur la nada continental, al este el Mar Rojo y al oeste el desierto (aunque no siempre fue tal). No tenían enemigos declarados más que ellos mismos.









[1] Historia. Libro 2. El Logos Egipcio. Págs. 189 y ss. Ed. Cátedra. Madrid 2008



[2] Diodoro Sículo, BH I,36,1-12. [Versión de F. Parreu (ed.), Diodoro de Sicilia. Biblioteca Histórica. Libros I-III. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid 2001, pp. 215-218.