sábado, 21 de enero de 2012

4.- El primer Corredor de Fondo (Sumer)

Como no podía ser menos fue un sumerio. Entre la ingente cantidad de tablillas estudiadas, aparecen himnos, lamentaciones, cantos funerarios, salmos y todo tipo de escritos que paulatinamente van siendo descifrados y donde se nos muestra un mundo colorista, culto a veces, idílico, repleto de actos ejemplarizantes y las más de las veces guía de posteriores civilizaciones y libros santos.


Aproximadamente 2100 años a.c. en la ciudad estado de Ur, nos encontramos con un rey que sobresale por encima del resto del panteón (no olvidemos que eran semidioses o dioses, directamente) y no es otro que Shulgi, el hijo del fundador de la tercera dinastía: Ur-Nammu. Es la primera persona a la que se dedican varias líneas glosando sus cualidades de corredor, tan veloz como un “cabrito montés que corre a refugiarse… entrando en el Ekishnugal” (templo del dios luna Nanna-Sin en Ur), o también como fondista excelso que recorre en una hora lo que otros en quince.


Estos himnos son tan hiperbólicos y extravagantes (según Kramer[1]) que parecen mesiánicos. Alagan tanto al rey/dios que lo hacen único entre los mortales y acaban por creérselo ellos mismos. Shulgi escribe de sí mismo:


En mi juventud estaba en la edubba (escuela) donde


aprendí el arte de la escritura en las tablillas de Sumer y Akkad,


ningún otro joven sabía escribir sobre arcilla tan bien como yo,…


Era el ser perfecto física y psíquicamente, alto, guapo, moreno (de haber sido rubio tendría un problema su padre o él o ninguno de los dos, que para eso era hijo de dios con intermediación humana, se supone), sin rival.


Sus habilidades deportivas venían a buen seguro del perfeccionamiento de sus cualidades innatas para la caza. El mismo comenta que atrapa leones y serpientes a pelo, en pleno desierto y sin red. Dice también que es capaz de cazar gacelas a la carrera con sus pies veloces. Recordemos su caprina velocidad que él mismo nos relata en otra tablilla de la siguiente forma:


Que mi nombre se recuerde en el futuro, que no abandone la boca (de los hombres)


que las alabanzas hacia mí se propaguen a lo largo y ancho del reino,


que me elogien en todos los reinos,


yo, el corredor, aumenté mis fuerzas, dispuestas para el trayecto,


de Nippur a Ur,


resolví cruzarlo como si se tratase de (una distancia de) una “hora doble”.


Como un león que no se cansa de su virilidad me levanté,


me ceñí un cinto (¿) en torno a los lomos,


moví los brazos como una paloma que huye agitada de una serpiente,


distancié bien las rodillas como un ave-Anzu que eleva los ojos hacia la montaña.



Ciento sesenta kilómetros sin despeinarse. Se da un baño, se relaja, come un poco y para más heroicidad, en plena tormenta de granizo se vuelve para Nippur y celebra en el mismo día las festividades del “eshesh” (desconocida actualmente). Y claro, llega a palacio, se sienta entre su amigo el dios Utu y la esposa/diosa Inanna para darse un banquete.


Y con este rey sabio, alto y guapo, piadoso y primer corredor conocido gracias a unas tablillas y a la sabiduría de muchos arqueólogos, entre los que destaca Samuel N. Kramer, que nos lo documenta ampliamente en la obra citada y que a buen seguro abrirá más de una mente tras su lectura (recomendada), damos por concluido el capítulo de la civilización sumeria y nos adentramos en el Egipto de los faraones.


Aunque dado que están apareciendo continuamente tablillas y siendo estudiadas con más y mejores medios, todo lo expuesto hasta aquí es provisional y aproximado.






[1] La Historia Empieza en Sumer: Samuel N. Kramer. A. Editorial. Madrid 2010. Pág. 291 y ss.

jueves, 19 de enero de 2012

3.- La Religión Sumeria

Las actividades deportivas nacen o son paulatinas transformaciones de las primeras pulsiones que conducen al niño a buscar sus primeras diversiones, ya sea con elementos materiales (juguetes) o inmateriales (el movimiento de las llamas o del mar) pasando por los juegos infantiles en grupo, hasta las diversiones juveniles y por fin la regulación de este tipo de actos y su ofrenda a los dioses.


Los asuntos deportivos – rudimentarios – de la antigüedad siempre se manifestaron en torno a los templos o a las ceremonias religiosas. O al menos fue durante las mismas cuando se pudieron establecer las primeras reglas para igualar las condiciones de participación.


El trato que vamos a dar al tema religioso sumerio será tan superficial que lo despacharemos en pocas líneas, que si los expertos no se ponen de acuerdo, los semi-analfabetos debemos ir con mucho tiento y pidiendo excusas a cada paso. Pero merece la pena saber un poco de aquel acúmulo de dioses. Casi un dios para cada asunto y apareciendo nuevos en cada excavación arqueológica, y si hemos de ser realistas ante lo que falta por descubrir, supongo que dentro de pocos años las cosas darán muchas vueltas y algún revolcón divino.


Los sumerios fueron los iniciadores de la religión, la mitología y la astrología de Mesopotamia para luego ser la inspiraron de otros pueblos que la fueron puliendo poco a poco hasta llegar a Yahvé, por ejemplo. Pero esto no implica que la inventaran ellos. Posiblemente se inspiraran en otros y como la rueda o la agricultura, ellos la perfeccionaron.


Asignaron un espíritu a cada cosa que les rodeaba y así explicaban el funcionamiento de las mismas. Creían que la luna, el sol o las estrellas eran dioses y que disfrutaban de las mismas emociones que los humanos, casualidad esta que coincide en todas y cada una de las religiones antiguas y actuales.


Sus dioses eran los propietarios de la tierra y del espíritu de todo lo que se meneaba, incluidos hombres y animales. Eran ellos quienes dotaban al ser humano de cualidades como la escritura u otras características de su condición, además de todo aquello que necesita. Fueron sus dioses quienes hicieron o moldearon con barro a los hombres para que les sirvieran – ¿a qué suena? – aunque en esto ya se ve la mano de algún listo.


Tenían la muy humana cualidad de enfadarse y entonces venían los castigos: truenos, catástrofes que hoy decimos naturales, tormentas, inundaciones, plagas, etc. El caso era imbuir en los súbditos la creencia de que todo el pueblo estaba a merced del que mandaba y el intermediario era el rey o el sumo sacerdote. Su mano o vicario en la tierra. Y este era el panteón sumerio:



  • Nammu, la diosa-madre.

  • An (o Anu), dios del cielo.

  • Utu el dios sol en Sippar.

  • Nanna, el dios luna en Ur.

  • Enlil, el dios del viento.

  • Inanna, la diosa del amor y de la guerra (equivalente a la diosa Ishtar de los acadios)

  • Enki en el templo de Erido, dios de la beneficencia, controlador del agua dulce de las profundidades debajo de la tierra.

Estos dioses estaban asignados a cada ciudad y claro, su estima y consideración dependía mucho del poderío de la ciudad. Sufría vaivenes temporales. Creían que la tierra flotaba sobre el mar, posiblemente porque tenían pozos por los que aparecía el agua, cosa nada extraña en la zona entre ríos en que moraban. Y a ese mar le llamaron Nammu, madre de todos los animales terrestres y marinos, adelantándose varios milenios a la teoría del “Caldo Primigenio”.


Esta diosa no paraba y también creó el cielo y la tierra, pero dejó que su hijo An y a su nieto Enlil, separaran el cielo de la tierra. Lo que no dice es en cuantos días lo hicieron. Esto se lo dejaron a los hebreos pero varios siglos más tarde.


Los dioses poseían pulsiones similares a las humanas o las mismas pero mejoradas. Pero como no conocemos que hubieran desarrollado una filosofía al respecto, lo que hacían o sabemos que hacían por las tablillas, era contar cuentos de dioses que se comportaban como humanos. Eran inmortales que gozaban y sufrían y resultaban heridos y hasta muertos y cuando se producían confrontaciones así, no se las cuestionaban y se acabó.


No tenían necesidad de probar ni de argumentar nada. No habían resuelto misterios como el de la Santísima Trinidad ni los dogmas de fe, pero se parecía bastante. Los sacerdotes y escribas (clase alta de cualquiera de las maneras) solían cambiar las hazañas glorificadoras de los dioses según las necesidades del momento y punto. Y lo que hoy nos parecería el colmo de los colmos: Les hicieron aborrecer o renegar de cambios sociales.


Todo era por mandato de los dioses de cada ciudad y transmitido por el rey de turno o el sumo sacerdote. Los sacerdotes y los escribas y demás poderes fácticos, enseñaban – porque así lo creían – que todos los males del hombre son producto de sus malas acciones u omisiones y que nadie, absolutamente nadie, está exento de culpa. Necesitaban cuadrar el círculo y entonces concluyeron con un rudimentario Pecado Original. Perfecto.

martes, 17 de enero de 2012

2.- Los Sumerios

Sumeria es una región entre los ríos Éufrates y Tigris, cuyos habitantes – de origen incierto – desarrollaron la civilización que lleva su nombre y que abarca un periodo histórico aproximado entre el 5.000 y el 1.700 a.c. (dinastía Isín)


Un sacerdote llamado Beroso, del siglo III a.c., denomina a los pobladores de esta región: “pueblo de las caras negras”. Otros, simplemente: “cabezas negras”. Los sumerios, como dije antes, mas listillos o tal vez favorecidos por la climatología y los buenos alimentos y que más o menos vivían para ver salir el sol y divertirse durante los intervalos temporales en no se mataban entre sí, se dieron a inventar cosas tan fútiles y banales como el torno de alfarería y el horno (4000 a.c.) la rueda (3500 a.c.) o la escritura (3.300 a.c.) que primero a manera y modo de pictogramas pronto se convertiría en cuneiforme por arte de unos estiletes de caña.

En la actualidad no se puede afirmar taxativamente que fueron los sumerios más listos que los hindúes, chinos, japoneses o los habitantes de la actual Rumanía/Bulgaria (Civilización Cucuteni o de la “Vieja Europa”, 6000 a.c.), donde aparecieron rudimentarias ruedas, alfarería o agricultura consolidada desde hace diez o trece mil años y si he de aventurar una hipótesis (desde la ignorancia histórica) lógica, diría que todos los humanos son exploradores y los viajes entre culturas o entre pueblos, eran tan frecuentes que podían transmitirse sus respectivas culturas o parte de ellas y algunos las modifican dependiendo de las condiciones y de las circunstancias particulares.

Como ocurre en la actualidad en que la mayoría de los inventos provienen de la investigación armamentística, los sumerios iban adaptando a la vida cotidiana sus innovaciones” de guerra o como consecuencia de la misma, que suena mejor y es un buen eufemismo.

En fin. Allá por el año 3500 a.c., entre los dos grandes ríos del Paraíso, en lo que ya se podía denominar una ciudad, llevados posiblemente por tiempos de abundancia y paz las gentes de orden se dieron a pensar. Un buen día se percataron de los muchos y variados artículos que poseían y se encontraron con la necesidad de catalogarlos (tampoco sabían que era un catálogo, pero lo descubrieron y vete tú a saber cómo lo llamaron: ¿tablilla tal vez?).

No es el momento de relatar el trabajo de los escribas, personajes que pertenecían a la aristocracia local, hijos de ricos comerciantes o de la nobleza. Gente destinada a perpetuar sus transacciones y formar a más escribas, para lo que crearon las primeras escuelas, gracias a las cuales y a las labores de copia en ellas desarrolladas, hoy tenemos miles de tablillas de todo tipo.
Pero sí es tiempo de contar que los sumerios fueron una civilización floreciente que destinó buena parte de su tiempo a organizar sus riquezas, elaborando la escritura cuneiforme y adelantándose en varios siglos a los fenicios que hicieron algo parecido y más trabajado inventando el alfabeto. Lo hicieron más que nada para poder constatar sus transacciones, pero una vez puestos y aprovechando el invento, crearon literatura. Primero comer y luego filosofar.
También se divertían procreando que esto ocurre desde siempre y si no, no estaríamos aquí y ahora. Necesitaban multiplicarse mucho porque también morían muchos por un amplio listado de motivos, desde una infección de muelas hasta por designo divino. También se mataban mucho entre si desde que el chamán les expulsó del poblado de origen. Así que a engendrar.

De la civilización sumeria se desconocía prácticamente todo después de siglos de ahogo debido a que la mayoría de estudiosos estaban centrados en las rutilantes excavaciones de Mesopotamia. La que nos ocupa fue descubierta y traída a primer plano hace poco más de cien años, mientras buscaban cosas de los asirios y babilonios en la ciudad de Uruk. De pronto comenzaron a aparecer tablillas de barro con escritura cuneiforme y aparecen los SUMERIOS como por arte de magia.

Vieron la luz gracias a unos señores admirables (bajo mi particular prisma) llamados arqueólogos. Son “pequeños sabios” descritos por Samuel N. Kramer como individuos que adquieren su categoría después de muchos años publicando artículos de consumo universitario o en revistas especializadas entre colegas y de los que los mortales jamás recordamos el nombre pero si sus hallazgos más espectaculares. Todos tenemos en mente la imagen de Tutankamon o la máscara de Agamenón, pero poco sabemos (los comunes) de sus descubridores, por poner tan solo dos ejemplos.

Pero los sumerios inventaron muchas cosas – por eso eran más listos que su entorno – y algunas tan transcendentales y llamativas como una democracia rudimentaria. La estructura social era piramidal y bastante absoluta. Arriba el rey y el sumo sacerdote, muchas veces fundidos en la misma persona. Un poco más abajo, los señores de la guerra, funcionarios de alto nivel, escribas y comerciantes, artesanos y campesinos y en la base los esclavos. Si es que las cosas han cambiado muy poco en milenios.
Pues bien, se da el caso que las aldeas se iban estructurando en torno al templo y éstas en ciudades estado más organizadas, donde había un consejo de ancianos a manera de senado, al que recurría el rey en caso de problema o asunto de incumbencia general como solía ser un ataque de la ciudad vecina o de la más poderosa. Y cuando los vejetes tenían intereses distintos al populacho y se oponían a los designios del reyezuelo, éste pasaba de ellos y se iba a la “cámara baja” o asamblea de moradores con armas y arrestos para defenderse, les explicaba su punto de vista y se saltaban a la “pata coja” los consejos de los viejos.

1.- protohistoria

Lo que en estos artículos voy a tratar es de hilvanar unas ideas sobre y entre las civilizaciones más cercanas a nosotros y la paulatina implantación de conductas sociales que puedan parecer actividades deportivas – relatadas en la mitología – hasta llegar al deporte propiamente dicho. Así como su paso de Sumer a Egipto, Creta y finalmente Grecia.


PROTOHISTORIA



Hace más o menos ciento ochenta mil años, semana arriba, mes abajo, unos homínidos denominados Homo Sapiens decidieron darse una vuelta por el desconocido mundo y partiendo de una zona radicada en la actual Etiopía, decidieron emigrar unos hacia Sudáfrica y otros al norte. Es previsible que jamás volvieran a encontrarse si es que algún día se conocieron y si es que partieron de la misma tribu o asentamiento como es de suponer. El camino ya era largo y la vida corta.


Los que tomaron camino a buscarse las habas – o el centeno y los frutos y carnes, que no es lugar éste de polemizar sobre las costumbres culinarias – por el norte, más o menos siguiendo el curso del Nilo, llegaron al actual Egipto y decidieron quedarse y con el paso del tiempo montar una de las civilizaciones más espectaculares de la antigüedad. Ya hablaremos de ella.


Al cabo de unos pocos miles de años más, espoleados o picados por el gusanillo y probablemente por las necesidades, otros cuantos lugareños decidieron seguir subiendo o tal vez huyeron de sus congéneres, que ya sabemos cómo nos comportamos los humanos cuando alguien nos saca de las casillas. Es más que probable que los alimentos abundaran, las hordas fueran pequeñas, el número de humanos bastante escaso y el desierto aun no arrimara sus cálidas arenas a las chozas que conformaban las aldeas de hace sesenta mil años. Tampoco habría mucho espíritu emprendedor.


A lo peor para el muerto, un hermano mató a otro brutalmente, con la quijada de un asno, y entonces el chamán que tenía que mantener el orden se vio obligado a tomas una determinación basada en sus leyes y costumbres:



- Coge a los tuyos y lárgate de aquí. Por animal.


- ¿por qué tengo que marchar?


- Por animal, ya te lo he dicho. A quien se le ocurre matar a un hermano por un quítame de aquí esas gavillas. A partir de ahora, no vuelvas por aquí: ¡caín! ¡más que caín!


El caso es que se fueron a instalar a otra zona paradisíaca por aquel entonces y ahora fuente continua de petróleo y de conflictos: El Oriente Medio, llamado por los historiadores con mejor criterio: Creciente o Media Luna Fértil. El Paraíso Terrenal de nuestra infancia. Las tierras entre el Éufrates y el Tigris, donde nos vamos a centrar un poco, pues allí se desarrolló nuestra civilización con pequeñas modificaciones instrumentales. Seguimos pensando básicamente igual y por tanto, comportándonos con la misma crueldad.


Ya tenemos dos focos de cultura: Egipto y Mesopotamia aunque ellos aún no sabían que se denominarían con ese nombre. Parece que florecieron en orden inverso al asentamiento. Los más listillos fueron los sumerios, los del Paraíso, que ganaron la primera carrera por unos mil años, como bien dicen las tablillas de barro cocido y los jeroglíficos respectivamente. Así dicta la ortodoxia los párrafos de la Historia.


Pero no avancemos tanto en poco tiempo, que hablamos de hace ochenta mil años o más y de resultas de aquella salida norteña del H. Sapiens y sus primeros asentamientos, van estos y se diversifican otra vez en varias ramas. Se desparraman literalmente.


Una tribu se dirige hacia Europa por los Montes del Tauro bordeando el Mar Negro por el sur a través del Helesponto y con sub-rama atravesando el Cáucaso Menor (Monte Ararat incluido) para irse por el norte. Otros se van hacia Asia y desarrollan culturas en la India actual, China y Japón, tan importantes o más que las del Paraíso. Hay constatación fehaciente de la aparición agrícola y ganadera, alfarería, estructuras sociales o ciudades organizadas.


También pienso que gentes provenientes de estas civilizaciones, de una u otra forma retornaban a sus lugares de origen o simplemente mantenían relaciones comerciales y en éstas, transportaban elementos de su civilización actual hacia la de origen, es decir Sumer y Egipto y claro, por proximidad llegaban primero a Sumer donde descargaban los primeros elementos, de ahí que me parezcan más listillos, pero es que estas transformaciones tardaban años o siglos en llegar y asentarse.


Es de suponer con poco margen de error, que estas culturas acabaron desarrollando civilizaciones tan importantes como la que nos ocupará, pero con menos suerte. Los Dioses primero y unos siglos más tarde Dios, vinieron a manifestarse al Creciente Fértil en exclusiva.


Este dios, de variadas maneras y usos pero liando siempre tribu contra horda y viceversa y dándoles órdenes a veces contradictorias pero siempre sangrientas y crueles, les confunde caprichosamente a la vez que les dota de la suficiente paciencia “jobina para poder sufrir durante siglos y que le sigan adorando.